“La postura del del mundo clásico del copyright es más de una lastimosa resistencia ludita que de un compromiso ilustrado.”
Francis Gurry, Director General de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual
Unas eficaces leyes de derechos de autor exigen una alta credibilidad social y una amplia aceptación pública, lo que no es el caso hoy en día. El hecho de que un gran número de ciudadanos de la UE “violan” el copyright en sus prácticas cotidianas con respecto a la música, el cine, el software, la fotografía y la literatura no quiere dicer que tenemos millones de “malos ciudadanos”. En cambio, esta situación anómala nos informa sobre las disfunciones de unos mercados no competitivos, de una rígida e injusta gestión colectiva de derechos de autor, de unos modelos de negocio anacrónicos y unas estructuras de precios hinchadas y poco realistas.
Contrariamente a lo que quisieran admitir algunos políticos fuertemente acosados por los lobbys industriales y por las sociedades de autores, una fuerte protección del copyright no emana por arte de magia de unas sanciones y medidas penales cada vez más estrictas , sino que sólo puede ser construida a partir de unas leyes justas y equilibradas que son fruto de un amplio pactos social. Si se aprueban unas leyes sin la comprensión ni el apoyo de gran parte de la ciudadanía, su aprobación puede ser una victoria pírrica por no plasmarse nunca en las prácticas sociales.
El principal reto para la financiación sostenible de la cultura, los medios de comunicación y la innovación es el fortalecimiento de nuevos modelos de negocio viables que pueden prosperar en el entorno digital mediante la creación de redes flexibles que son capaces de capturar la imaginación individual y social. Por el contrario, estaríamos totalmente equivocados al orientar la atención principal legislativa y social hacia la “piratería” ya que sería desviar un tiempo precioso de la importante tarea de sacar todo el potencial del entorno digital. Aún peor error sería intentar trasladar las mismas normas legales del mundo físico al flujo de datos por el ámbito digital.
Recientes estudios internacionales han demostrado que las nuevas medidas civiles y penales en defensa de derechos de autor no han sido eficaces en la reducción de la incidencia general de la piratería digital. Este es especialmente el caso en el Sur, donde los acuerdos de libre comercio con la UE suelen exigir duras medidas “anti-piratería” a pesar de hecho de que la gran mayoría de los habitantes del Sur no pueden permitirse el lujo de comprar los caros productos culturales de las multinacionales del Norte. En todo caso, las personas se esfuerzan por acceder a la cultura y el conocimiento por cualquier medio posible; en gran parte del mundo la “piratería” en no una opción, sino una necesidad.
“La piratería” no ha reducido el gasto cultural en la UE según lo revelado por estudios recientes. La cantidad de dinero gastado por los consumidores en la UE sobre los bienes culturales, conciertos y el cine se ha mantenido o, incluso, se ha incrementado en los últimos años. Si bien ha habido una disminución de los gastos en los CDs, esto ha sido compensado por un aumento de otras formas de consumo cultural que incluye cine, teatro, conciertos y otros eventos. Así, los gastos culturales de los europeos se ha trasladado simplemente de un “consumo físico” hacia unas “experiencias culturales” ya sea en vivo o en formato digital.
Las redes sociales e Internet en general, se han convertido en la ruta clave para llegar a una audiencia para los nuevos grupos musicales y otros creadores. Hace años, muchos músicos iban en giras de conciertos con el fin de vender CDs, mientras que ahora suelen producir Cds con el objetivo de buscar compromisos para conciertos. En muchos casos, las actuaciones en vivo y las crecientes ventas digitales están comenzando a sustituir los ingresos de las regalías distribuidas por sociedades de autores.
Para muchos nuevos músicos la única cosa peor que la piratería digital es que su música no sea pirateada en absoluto, lo que significa que su música seguiría siendo desconocida y sin posibilidades de llegar a un amplio público. La cuestión no es si se copiará o no se copiará, sino de cómo aprovechar de la copia para crear nuevos modos para conseguir unos ingresos razonables para los creadores.
La misma industria y las sociedades de autores que empujan la agenda de nuevas leyes represivas de copyright están erigiendo unas barreras en contra de los nuevos modelos sostenibles de negocio. Apoyan unas rígidas leyes de exclusividad nacionales que impiden la necesaria economía de escala para unos precios competitivos y siguen imponiendo un sistema con fuerte poder de los intermediarios que daña los intereses económicos de los consumidores y de los creadores. Desafortunadamente, la mayoría de las sociedades de gestión colectiva del copyright y la industria de entretenimiento se oponen a las medidas que pudieran crear un mercado digital en toda la UE y el fin al monopolio rígido nacionales en la concesión de licencias y la gestión de derechos de autor.
Para la mayoría de los funcionarios de la Comisión Europea los “afectados” solo son la industria. La mayoría de los oficiales y políticos de la UE sólo escuchan a las empresas de música y de sociedades de gestión colectiva y hacen caso omiso de los consumidores que quieren un precio razonable y una mayor facilidad de acceso a productos culturales de calidad. A menudo, el proceso de elaboración de las políticas comunitarias en materia de propiedad intelectual en la Comisión Europea ha sido secuestrado por unos lobbys que solo representan los principales productores de contenidos culturales. Por el contrario, los intereses de los consumidores, activistas de derechos digitales y ONGs globales, se escuchan pero rara vez se toman en cuenta en la formulación de importantes propuestas sobre el derecho de autor.
Cuando las personas pueden comprar on-line a precios muy competitivos, mucha gente lo prefiere. El valor añadido de calidad, información adicional y la legalidad son importantes para muchos consumidores europeos. La elección ante nosotros es entre un modelo con una “piratería” masiva, unos precios artificialmente altos y la gran intervención de intermediarios o otro con un nivel moderado de piratería junto a unos precios más bajos, una relación más directa entre los creadores y los consumidores con menos ganancias para los intermediarios.
Además, debe ser democráticamente cuestionable legislar leyes contra la piratería para su exportación al resto del mundo, sobretodo si no son compatibles con las garantías procesales jurídicas y otros derechos fundamentales. Se ha observado en muchos países que es imposible de hacer cumplir draconianas normas de derecho de autor sin poner en entredicho los derechos civiles y la privacidad. Esta es una situación “perder-perder”: por un lado la represión legal no funciona significativamente en contra de la descarga ilegal, mientras que, al mismo tiempo, estas normas acaban vulnerando a la privacidad, la protección de datos personales y el funcionamiento normal de las garantías judiciales.
Un ejemplo de las salidas que ofrece internet es el proveedor de música a bajo-coste Spotify. Otras posibles formas diferentes de financiación de la cultura son las contribuciones creativas, las tarifas planas, la microfinanciación, las cooperativas digitales y la publicidad, entre muchos otros. No exite una solución mágica, ni una solución única para todos. Sólo una combinación de la flexibilidad, la reforma del derecho de autor y planes innovadores de marketing pueden compatibilizar la libertad digital con la sostenibilidad económica.
Algunas de las acciones institucionales necesarias son las siguientes:
* Cambiar las normas de la UE de gestión colectiva para facilitar la concesión de licencias en toda la UE, el fin de la exclusividad de las sociedades de gestión colectiva y, en general, una mayor flexibilidad para promover precios más bajos y una relación más directa consumidor-creador.
* Introducir mecanismos flexibles de “fair use” en la UE como ya existe en EE.UU para poder promover el acceso a la cultura , nuevos modelos de negocio y de crear un entorno de derechos de autor más sensato, equilibrado y creíble.
* Maximizar el uso de las excepciones y limitaciones a los derechos de autor con el objetivo de fomentar un ambiente de amplia competencia entre competidores legalmente autorizado. Aprobar el Tratado de la OMPI de excepción al copyright para las personas con una discapacidad visual.
* La aplicación estricta y cumplimiento de las normas legales sobre competencia sobre las posiciones de dominio de mercado de las empresas de explotación de contenido, la lucha contra la fijación de precios y la imposición términos de licencia en condiciones comerciales irrazonables y en condiciones injustas para los artistas.
* Aprobar un marco comunitario para facilitar el acceso a millones de “obras huérfanas” de investigación, nuevos modelos de negocio y el uso social.
David Hammerstein, TACD