Píldoras amargas de la mala ciencia farmacéutica

Los medicamentos no son testados mediante ensayos experimentales por equipos científicos independientes que tienen una única vocación de hacer prevalecer los valores epistemológicos del conocimiento y la búsqueda de verdades sobre sus efectos en el cuerpo y la salud humana. Al contrario, los ensayos científicos que se realizan sobre los medicamentos los hacen las mismas personas que los fabrican, las mismas empresas que buscan suculentos beneficios económicos con la venta de los medicamentos.

 

Bad Pharma

 

Los estudios experimentales se realizan incumpliendo las exigencias metodológicas más básicas y fundamentales exigibles para dar fiabilidad científica a los datos y resultados obtenidos. Se trata de ensayos científicos mal diseñados, con grupos pequeños de pacientes seleccionados de forma no-aleatoria y carentes del valor de representatividad. Los datos experimentales son así obtenidos mediante técnicas muy defectuosas, y a causa del propio diseño de la metodología científica exageran los beneficios de los tratamientos y minimizan los efectos secundarios negativos. Como era de esperar, estos estudios experimentales tienden a producir resultados que favorecen al fabricante y a los intereses de colocar cuanto antes en el mercado los medicamentos estudiados. Cuando se hacen estudios científicos independientes los resultados son mucho menos optimistas sobre los medicamentos.

Cuando los ensayos vomitan resultados que a las empresas farmaceúticas no les gustan, ellas tienden a ocultarlos a los médicos y a los pacientes, por lo que sólo se difunden desde una visión publicitaria y comercial, que a su vez niega y distorsiona los verdaderos efectos de cada medicamento particular. Las instituciones encargadas de la regulación pública de los mismos, como es la Agencia Europea de Medicamentos, que ejercen el control exigible por la legislación, aunque aparentemente tienen acceso a los datos primarios producidos mediante los ensayos experimentales, en realidad sólo conocen los datos previamente filtrados por la empresa farmaceútica encargada del estudio experimental. Y ni siquiera estos datos, que sí obran en el poder de las instituciones de control público, se llegan a difundir para posibilitar con ello su amplio conocimiento por parte los profesionales de las prácticas médicas y por las comunidades científicas e investigadoras, para posibilitar la contrastación de los mismos y el debate público y abierto a la crítica y la revisión. Por tanto, el conjunto de las informaciones obtenidas a partir de los estudios experimentales no se trasladan ni al campo científico-investigador, ni a los médicos, ni a los pacientes, ni a la ciudadanía, y tampoco a las agencias públicas con función de control y legalización de cada medicamento.

 

Book-and-rats.jpg

 

Las evidencias “científicas” así obtenidas están distorsionadas de antemano, y padecen un enorme sesgo tecno-optimista en cuanto a los beneficios de salud buscados y adjudicados a cada medicamento ensayado. Los resultados experimentales están carentes de las mínimas exigencias procedimentales de objetividad y neutralidad, y tienden a ocultar los efectos secundarios indeseados. A estas condiciones se añaden los hábitos de los profesionales de la medicina, que suelen escuchar y dar confianza a los medicamentos que funcionan a través de la experiencia ad hoc, las tradiciones orales, los representantes comerciales de ventas, los colegas de la profesión o las revistas médicas especializadas. Pero ocurre también que los compañeros médicos de la profesión pueden estar a sueldo de las compañías farmacéuticas (a menudo es algo no revelado y oculto), y que las revistas médicas pueden depender económicamente también de las empresas farmaceúticas. Y, por último, los artículos académicos, que todo el mundo valora como científicos y acordes con los protocolos metodológicos y experimentales de la objetividad científica, también a menudo están secretamente planificados y son escritos por personas que trabajan directamente al servicio de las empresas, sin revelarlo. Además, a veces sucede que hasta las mismas revistas académicas son incluso propiedad de una empresa farmacéutica.

Aparte de todo este conjunto de anomalías presentes en la metodología, ocurre que para muchas de las enfermedades más importantes por su gran presencia en las sociedades humanas, la ciencia médica no tiene conocimientos desarrollados ni medicinas para llevar adelante los tratamientos adecuados. La razón es simple: porque no está en el interés económico de nadie el dar prioridad a la investigación sobre las mismas, porque no es de prioridad en los planes de beneficio económico de ninguna empresa farmaceútica el llevar a cabo algún estudio experimental sobre dichas enfermedades.

 

Estos son algunos de los problemas más graves en curso, y aunque la ciudadanía ha reclamado solucionar muchos de ellos, en su mayor parte, no se ha logrado. Y lo que es peor, aunque todos estos problemas persisten, los ciudadanos particulares tienden a confiar y creer que los medicamentos que hay son los mejores, y están bien a pesar de todo.

 

Durante los próximos meses el Parlamento Europeo discutirá una propuesta de la Comisión Europea para una nueva Directiva de Ensayos Clínicos de Medicamentos. La actual propuesta sigue las directrices oscurantistas de la industria farmacéutica. La voz de la ciudadanía debe ser oída.

1 comment for “Píldoras amargas de la mala ciencia farmacéutica

Comments are closed.