La atrevida ignorancia
de Fernando Savater sobre internet y Aaron Swartz
En un reciente artículo de Fernando Savater y publicado en El País, ver en : http://cultura.elpais.com/cultura/2013/01/28/actualidad/1359403163_298639.html Fernando Savater arremete en contra del homenaje popular al activista digital Aaron Swartz. Swartz se suicidó el pasado 11 de enero bajo la amenaza judicial de 30 años de cárcel y de una multa millonaria por haber abierto al acceso libre a varios millones de artículos científicos procedentes de MIT (Instituto de Tecnologia de Massachussets) y la editorial JSTOR. El Sr. Savater aplaude como “impecable” y “perfectamente razonable” la acusación de la fiscalía estadounidense contra Swartz, que afirma que ““robar es robar, sea lo robado una cartera o un archivo informático, y tanto si se roba con una ganzúa como con un ordenador”. Bajo el argumento de que se aprovecha “de lo imaginado por otros”, Savater también critica el que Swartz sea considerado por muchos un “genio” en lugar de ser percibido como un “corruptor” de internet”. Pero aún llega más lejos, Savater intenta enturbiar la legitimidad y heroicidad de Swartz mediante un ataque póstumo contra él al afirmar que sufría de “problemas psíquicos constantes” y ” episodios depresivos durante años.”
Ante este ignominioso ataque conviene recordar algunos hechos irrefutables que Savater prefiere ignorar:
Aaron Swartz ha sido reconocido hasta por muchos académicos prestigiosos como un brillante y comprometido joven creador de métodos tecnológicos que facilitan el acceso a la información a millones de personas a través de las estructuras técnicas y sociales que ayudaba establecer, como son RSS, Reddit, Open Library, Creative Commons and Demand Progress. Es de gran bajeza moral y política el querer ocultar esta central identidad de Awartz, tal y como hace Savater, la de haber sido un gran activista creativo al servicio de la difusión social de la información y el conocimiento. Cuanto menos, se trata de un ejercicio de mala fe o de simple ignorancia el pretender psiquiatrizar su memoria y compararle con “gángsters” y “parásitos” que se aprovechan del trabajo de los demás, y al tiempo mofarse del digno propósito de Swartz de querer “cambiar el mundo” a través del mayor acceso social a la cultura y la ciencia.
El Sr. Savater se equivoca en la más rudimentaria lógica: absolutamente nada tiene que ver el robar una cartera a punto de pistola con el abrir miles de artículos científicos al acceso abierto. No se trata de nada parecido a robar en el sentido usual del término, dado que cuando productos como son un tomate o una cartera se roban, simplemente desaparecen al cambiar de manos, y con ello se pierden también sus posibles usos y utilidades para los propietarios originales. Pero, contrariamente, no desaparecen los artículos científicos ni el conocimiento que hay en ellos con el acceso abierto, no se pierden sus usos posibles cuando se difunden y socializan como quería Swartz. Con el acceso abierto no se anula ni desprecia el valor de los artículos científicos en sí mismos ni el de sus contenidos teóricos por el simple hecho de que sean muchas más las personas que puedan leerlos. Quizás ocurre todo lo contrario de lo que afirma Savater: los beneficios y funciones útiles se multiplican al difundirse ampliamente y al darse a conocer, puesto que con ello se permite la emergencia de debates nuevos que hacen avanzar la creatividad, la innovación y la productividad en el conocimiento científico.
¿Cual es entonces el daño que realmente ha causado Aaron Swartz?. De hecho, hasta la misma editorial JSTOR se negó a cooperar con la fiscalía en la acusación contra Swartz por no sentirse sustancialmente damnificado. ¿A qué se debe tanto afán justiciero de Savater?. Acaso ignora el filósofo Savater, que tal y como han destacado numerosos y reconocidos pensadores sobre la actividad científica, como es el historiador de la ciencia Thomas Kuhn, o como Karl Popper, defensor del “racionalismo crítico” y el falsacionismo como criterio de demarcación de las teorías científicas verdaderas, que han destacado que uno de los requisitos del oficio de la ciencia en su tarea rigurosa de producir teorías y verdades científicas mediante el método científico, es la de acompañarse de la existencia de amplios y abiertos debates sobre los argumentos y los datos empíricos implicados, precisamente lo que Swartz intentó hacer al propiciar la amplia diseminación digital de los artículos. Por el contrario, parece que la defensa oscurantista de Savater es la de encerrar con férreas cadenas las producciones científicas detrás de los altos muros del pago mercantil, la exclusión y la desigualdad socioeconómica, impidiendo con ello el acceso abierto a las informaciones y artículos científicos. Realmente, Swartz tenía razón, el permitir el libre acceso al conocimiento científico sí puede ayudar a “cambiar el mundo”.
Además al mostrar una gran insensibilidad y una radical falta de compromiso hacia el interés colectivo y hacia el propio avance científico, Savater se destapa con un sorprendente desconocimiento sobre algo crucial: que la gran mayoría de los artículos científicos “liberados” por Swartz han sido total o parcialmente financiados con dineros públicos destinados a proyectos de investigación científica. De hecho, Savater se coloca así en contra de la “primavera académica” impulsada por miles de académicos que están exigiendo el “acceso abierto” a los millones artículos científicos que permanecen rehenes de la explotación comercial y el afán de lucro de empresas privadas (con el 40% de beneficio), como son unas pocas grandes editoriales, que actúan bajo la cobertura de legislaciones abyectas que protegen la privatización y explotación mercantil de lo que realmente es una ciencia y un conocimiento público generado a partir de las inversiones económicas de instituciones públicas. Además, hay algo que Savater debería conocer sobre este ilegítimo e injusto “copago” aplicado a la producción pública de conocimiento científico: cada vez son más las bibliotecas universitarias que son incapaces o simplemente se niegan a desembolsar millones de euros para poder estar suscritas y recibir unas revistas académicas (monopolizadas mundialmente por 3 grandes editoriales) cuyos artículos exigen que se paguen varias veces puesto que han sido previamente financiados por los contribuyentes. Son ya muchas las universidades que apoyan la campaña a favor de los derechos al acceso abierto al conocimiento científico publicado.
Savater seguramente tampoco está enterado de que actualmente la Unión Europea está a punto de legislar el “acceso abierto obligatorio y gratuito” sobre los resultados científicos publicados que hayan recibido financiación de fondos europeos en su proceso de producción, y que un proyecto de legislación muy similar avanza también en los Estados Unidos.
Hasta el mismo Savater admite su anacronismo al acabar su vergonzoso artículo afirmando sobre si mismo: “uno es antiguo.”